También conocido como vino de mesa, el seco es uno de los más consumidos en España y Europa en general, dada su exquisitez y versatilidad para disfrutarlo en situaciones de lo más diferentes.
Pero esta enorme popularidad no ha ayudado a resolver las muchas dudas que existen en torno a este producto.
De hecho, se le suele relacionar con el vino blanco y, aunque esto en sí no es erróneo, también existen deliciosos vinos tintos secos, ya que la etiqueta “seco” puede reflejar la astringencia y otras cualidades organolépticas, más allá de la dulzura o la acidez.
En general, se trata de un vino algo brusco para los consumidores más jóvenes, inexpertos o poco acostumbrados a tomar esta bebida. Y a su vez, constituye toda una joya gastronómica para los amantes del vino más veteranos, que encuentran en él una serie de características de lo más interesantes para su selecto paladar.
Por ejemplo, la acidez o un alto grado de alcohol perfectamente apreciables. Los taninos son el elemento clave para conseguir tales sensaciones, ya que transmiten cierta sequedad y astringencia en la lengua y encías pero, a su vez, son los responsables de sus texturas tan placenteras. Podríamos seguir indagando en las características organolépticas del vino seco, pero quizá sea mejor hacerlo atendiendo a los distintos tipos que existen, cada uno, especial y único.