A veces se piensa que el conocimiento del vino es algo reservado para grandes expertos o sommelier, sin embargo no es así, cualquiera puede disfrutar y a su vez analizar las sensaciones que éste nos produce al degustarlo. Tan solo hay que afinar los cinco sentidos, bueno, mejor dicho tres sentidos en concreto: La vista, el olfato y el gusto.
La temperatura
Lo ideal para servir un vino depende si es tinto o blanco (puedes consultar ¿Cuál es la mejor temperatura para servir el vino?) para poder exaltar todas sus características organolépticas del vino, tanto aromáticamente como en boca.
Descorchar la botella correctamente
Se debe cortar la cápsula para evitar que el vino la toque al ser servido e introducir el sacacorchos con el máximo cuidado -evitando atravesarlo por completo- para que no caigan partículas en el vino que puedan entorpecer su ideal consumo.
Servir la cantidad adecuada
Con llenar 1/3 de la copa se pueden disfrutar y percibir perfectamente sus características. La copa se toma por el tallo, precisamente para evitar variar la temperatura del vino.
Identificar sus características
Esta es la parte más emocionante de la experiencia, la cual comienza al servir en copa:
Vista: en este paso se puede identificar de un vistazo si un vino es joven, si el anillo en copa es de una tonalidad azul; o más maduro, si el anillo es de tonalidad roja. Las gotas de vino dan pistas sobre la densidad y ligereza, lo que constituye el cuerpo del vino. Para disfrutar adecuadamente de la fase olfativa debemos entender acerca de tres aromas:
Primarios: estos provienen de la cepa o uva.
Secundarios: provenientes de las fermentaciones.
Terciarios: originarios de la crianza y del envejecimiento en botella.
Fase gustativa: en un buen vino debe existir un equilibrio y armonía en el paladar entre: amargor, acidez, salinidad y dulzor. Todo tiene que ser equilibrado.